PNIE
UN MODELO DE ABORDAJE EN SALUD
Dr. Antonio A. Hage Made
Consideraciones sobre la enfermedad
globalmente entendida
La PNIE, la psiconeuroinmunoendocrinología
o, más fácil de leer y expresar, la PINE, la psicoinmunoneuroendocrinología.
Aprendí hace muchos años la medicina
que entonces se enseñaba. La misma que con ligeros cambios se sigue enseñando
ahora. Medicina de asignaturas estancas con poca relación entre sí que cada
catedrático trataba de magnificar en su cátedra unilateralmente para quedar al más
alto nivel. Aunque reconociendo, tanto profesores como alumnos, que las
llamadas “médicas” eran la parte más importante de la Carrera; que era
necesario dominarlas porque aprendiéndolas y practicándolas con aplicación e
interés se podía llegar a ser un “clínico” de altura.
Se decía entonces, y se sigue
diciendo ahora, “no hay enfermedades sino enfermos”. Aforismo que nosotros
modestamente expresamos en términos distintos, aunque quizás no sean tan dispares.
Decimos: sólo hay enfermedades a las que cada uno responde según su propia
naturaleza. Lo hacemos reparando hasta donde ha llegado la actualidad médica que
habla abiertamente de sistemas, de ejes, en los que la psiconeuroinmunoendocrinología
ha demostrado, en su complejidad, una innegable realidad.
La PNIE nos ha ido permitiendo
conocer un mundo apasionante de nuevas y amplias interrelaciones funcionales
que van siendo aceptadas por toda la comunidad científica. Está señalándonos con
su nombre el camino que debe seguir la medicina cuando no es tributaria de
especialidades por encontrarse interconectada toda ella y ser interdependiente.
Modificando con ello el concepto de salud y enfermedad que deberán ser
considerados “como un todo” que no desplaza -y no es una paradoja- a la
especialidad, al contrario; aunque ésta tendrá que ser vista bajo perspectivas
diferentes.
Exponemos al respecto, y a modo de
preámbulo, palabras tomadas de Alva Olivos que dicen: “el nuevo paradigma PNIE
se aleja de los conceptos relacionados con la base Cartesiano-Newtoniana. El
nuevo modelo está basado en una comprensión más completa del universo, la sustentada
por principios de A. Einstein, W. Heisenberg, N. Bohr, D. Bohm y muchos otros
investigadores modernos, los cuales sostienen la teoría de que todos los
sistemas se interconectan; que hay entre ellos interrelación e interdependencia
de fenómenos, contraponiéndose al modelo Cartesiano-Newtoniano que sugiere que
para entender algo hay que estudiar los componentes por separado. El nuevo
modelo nos dice que el cuerpo humano, como un todo integrado, no puede
reducirse a unidades más pequeñas so pena de perder de vista la interacción de
sus componentes. Y que, si bien podemos examinar cada componente por separado,
su funcionamiento no puede calibrarse sin tomar en cuenta a todos los demás.
La PNIE estudia de forma integrativa
las interrelaciones de los procesos de salud y enfermedad, obligando al
profesional de la salud a entender esta interrelación independientemente de la
especialidad a la que se dedique. La tendencia a unir las especialidades, que
se trataban por separado, reformula la dicotomía mente cuerpo. El cambio de paradigma implica el conocimiento
profundo del paciente y no solamente de parte de su enfermedad.
La PNIE (D. Ostera) recupera la
versión holística de la medicina hipocrática pero sin olvidar la singularidad
de cada ser. Trata (M. López Matos) los sistemas de comunicación entre las
distintas partes del organismo, conceptualizados en una red de trabajo
interrelacionada (network) que deben funcionar armónicamente como un todo y en
permanente interconexión con el medio en el que se desarrolla”.
Que el organismo reacciona ante enfermedades,
incluso localizadas y aparentemente banales, como un todo, no ofrece dudas si
contemplamos lo que ocurre, por ejemplo, en una simple amigdalitis donde un
germen que anida, o no, en la cavidad oral desencadena en un momento determinado
por razones diferentes una inflamación que el anillo linfático de Waldeyer, como
primer eslabón de una cadena resolutiva de defensa de carácter inmune, trata de
detener. De inmediato, y por muy precoz que sea el tratamiento medicamentoso, se
desencadenan fenómenos psiconeurohormonales (malestar general, abatimiento, dolor,
fiebre, síntomas generales, neurovegetativos, etc., componentes todos ellos de
la PNIE) que tratan de frenar la enfermedad. Se pone en marcha así, una acción
de rechazo general de base esencialmente inmunológica que repercute en el resto
del sistema. Adelantando que la afectación de cada uno de los componentes (psico-neuro-inmuno-endocrino)
pone en marcha a los demás siguiendo una secuencia que iniciada desde
cualquiera de cada uno de ellos arrastra al resto hasta la conclusión del
proceso; lo que no ocurre cuando uno de los eslabones de la cadena deja de
funcionar adecuadamente.
Analizaremos para ello -en aras de un
mejor conocimiento de lo que nos ocupa- tres conceptos más o menos relacionados
entre sí: el estrés, la resiliencia y la neuroinmunoendocrinología para llegar a
través de esta última a evaluar lo psicológico, parte más difícil de concretar del
problema aunque éste se encuentre bastante bien expresado ya en los llamados
circuitos límbico, paralímbico y pineal
Nos ocuparemos en primer lugar del estrés
y de los agentes estresantes para lo cual, y pese al incesante avance de lo
nuevo, hemos de remontarnos a Cannon y a Selye ¡años 1929 y 1936 nada menos!
quienes en su día concretaron, respectivamente, la estabilidad de los sistemas
fisiológicos que mantienen la vida: la Homeostasis acuñada por Cannon y el Síndrome
de Adaptación General (en sus fases de alarma, resistencia y agotamiento) así llamado
por Selye. Sistemas donde también cabe, a nuestro modo de ver, la Resiliencia
y, desde luego, la Psiconeuroinmunoendocrinología. Todo lo cual lo expresamos de forma sencilla diciendo que estamos
tratando reacciones genéricas del organismo cuando éste se enfrenta a acciones particulares
o generales que le llegan desde fuera -también desde lo propio- estresándolo.
Selye definió en 1936 el estrés como
“la respuesta inespecífica del organismo a toda exigencia hecha sobre él”. Utilizó
el término para designar la respuesta y no al estímulo causante del mismo, confusión
frecuente en la literatura científica. El síndrome creado lo denominó -partiendo
de la palabra inglesa estrés que utilizó por primera vez- “síndrome general de
adaptación con posterior estado de resistencia”.
Adelantando, para que no exista
confusión, que los términos estrés (reacción fisiológica provocada por la
percepción de situaciones o estímulos aversivos o placenteros); reacción
general de alarma (respuesta de ataque o huída que preparan al sujeto para
pelear o huir) y síndrome general de adaptación (respuesta fisiológica estereotipada
del organismo que se produce ante un estímulo estresante que ayuda al organismo
a adaptarse y que es independiente del tipo de estímulo que la provoca ya sea aversivo
o placentero) se consideran sinónimos.
Se acepta por ello, que el síndrome
general de adaptación “es la suma de todas las reacciones inespecíficas del
organismo consecutivas a la exposición continuada a una reacción sistemática
del estrés. La respuesta es inespecífica, uniforme para todos los estímulos
estresantes del orden que sean”. Conceptualmente, esto sería estrés biológico, completado
más tarde por Engel (1962) con lo que llamó “estrés psicológico”, es decir,
“todo proceso, originado tanto en el ámbito exterior como en el interior de la
persona, que implica un apremio o exigencia sobre el organismo y cuya
resolución o manejo requiere el esfuerzo de los mecanismos psicológicos de
defensa antes de que sea activado ningún otro sistema”.
El agente desencadenante es siempre
algún elemento que atenta contra la homeostasis del organismo. La respuesta, que
lo es tanto a un efecto mental como somático, es estereotipada e implica activación
del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenales-sistema nervioso autónomo.
Selye ya hizo, en 1974, una
distinción entre estrés positivo y negativo. Es decir, entre eustrés, que se
asocia a sentimientos positivos y procesos fisiológicos de protección y distrés,
que se relaciona con sentimientos negativos y funciones destructivas para el
organismo.
Pero el estrés, entendido como
respuesta, ha recibido diversas críticas. Se cuestiona en particular si las
reacciones de las personas ante él son en realidad tan uniformes como Selye
plantea después de haber realizado estudios comparativos de respuestas ante
situaciones conductuales “universalmente estresantes” donde se ha visto que no
todas las personas se estresan, y que, al contrario, algunas se fortalecen, lo
cual da pie a que la actual psicología positiva proponga “el fortalecimiento
del yo como fundamento terapéutico”. Consideraciones estas que rememoran en
nosotros, si bien a otro nivel, lo que sucede con la llamada resiliencia.
Resiliencia en psicología es la capacidad
que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas. Es decir, la capacidad
que tiene para hacer frente a los problemas, superar los obstáculos y no ceder
ante la presión. En términos generales, significa volver a la normalidad,
especialmente después de alguna situación crítica inusual. Se trataría, pues,
de un conjunto de atributos y habilidades innatas para afrontar adecuadamente situaciones
adversas, estresantes y de riesgo. Si la intercalamos entre estrés de Selye y PNIE
es porque representa, al fin y al cabo, una fortaleza total somatopsíquica ante
lo adverso, sin que tengamos que extendernos más en ella aunque la veamos como la
respuesta general del organismo ante una situación crítica que puede acabar en
enfermedad si el organismo no responde con entereza, con resiliencia.
Ocupémonos ahora de la PNIE en sí
misma, cuando ya se la conoce estructurada en varios subsistemas: el
inmunológico mediado por interleuquinas e inmunomediadores; el endocrinológico
mediado por hormonas y péptidos; y el psiquiconeurológico mediado por
neurotransmisores, neuromediadores y neuromoduladores.
“Desde tiempos antiguos (tomamos de
J. C. Klinger et al.) se ha observado la asociación entre situaciones de estrés
físico y psicológico con enfermedades sobre todo infecciosas. Se pensaba que
esto se debía a una influencia del cerebro sobre las funciones periféricas; sin
embargo, la investigación de los últimos años ha mostrado que la interacción
entre el sistema nervioso central y el organismo es mucho más dinámica y
compleja porque hay moléculas que desde el sistema inmune alteran las funciones
psicológicas y neurológicas tanto a nivel central como periférico sugiriendo
que esa comunicación es bidireccional.
El sistema inmune tiene dos
componentes intercomunicados: el de la inmunidad innata o inespecífica y el de
la inmunidad adquirida o específica, con dos componentes complementarios: el humoral
(efectuado por células B secretoras de anticuerpos) y el celular (por
linfocitos T CD4+ y CD8+). Las células del sistema inespecífico (neutrófilos, macrófagos
y células dendríticas) inician y amplifican las respuestas inmunes fagocitando
gérmenes y antígenos para presentarlos a los linfocitos T (T CD4) “ayudadores” del
sistema inmune específico quien decide qué tipo de inmunidad actuará, si la
humoral o la celular. El sistema inmune se comunica y modula por contacto
intercelular y por señales solubles, por citocinas, interleucinas, quimiocinas...
Son muchas las moléculas neurotransmisoras
y hormonas que se liberan durante el estrés; la gran mayoría tienen receptores
y actividad en las células inmunológicas. Las principales son: glucocorticoides,
ACTH, adrenalina, noradrenalina, CRF, histamina, prostaglandina E2,
beta-endorfinas y otras.
Uno de los hallazgos biológicos
recientes más excitantes es que el SNC y el sistema inmune se comunican y
comparten un mismo lenguaje molecular compuesto por neurotransmisores, hormonas
y citocinas. Incluso se considera que en la estructura y función del sistema
inmune hay una gran analogía con el SNC. Lo que se evidenció cuando se
descubrió que los linfocitos producen neuropéptidos y receptores que se pensaba
eran exclusivos de la hipófisis y el cerebro; al documentarse que las
concentraciones de hormonas y neuropéptidos, sobre todo los mediadores de
estrés, se alteran con estímulos antigénicos. Los estímulos antigénicos inducen
en los macrófagos producción de IL-6, IL-1 beta, TNF-alfa y factor inhibitorio
de leucemias LIF, los cuales estimulan el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal
generando la cascada neurohumoral de estrés”.
Del sistema endocrinológico tenemos menos
que decir aquí porque este sistema se encuentra bien desentrañado desde hace
mucho tiempo; porque se conocen bien las diferentes hormonas y glándulas que lo
integran; y porque es evidente y conocida su relación con lo neuroinmunológico como
recogen todos los Tratados Médicos.
La mayor novedad de cuanto venimos tratando
lo constituye, según nuestro particular punto de vista, la psiconeurología.
Especialmente porque se vienen evidenciando inéditas funciones e
interrelaciones de conocidas estructuras anatómicas del SNC -ocultas hasta hace
relativamente poco tiempo- que no pormenorizamos porque, dada su amplitud y complejidad,
desbordan el presente trabajo. Pero que sí resumimos, tomando exhaustivas publicaciones
sobre neuroanatomía y neurofisiología de la profesora Márquez López Matos:
“Lo psicológico se encuentra
expresado fundamentalmente por los circuitos límbico, paralímbico y pineal.
Estas estructuras son las encargadas de la exteriorización de las conductas
ante el procesamiento de las emociones. El circuito límbico es el circuito de
lo vital, de lo propioceptivo, de lo primigenio, de lo visceral y de lo
ancestral, estando compuesto de varios centros fundamentales: hipocampo, amígdala,
septum, comisura anterior y ganglios basales límbicos.
El circuito paralímbico es el
circuito de lo valorativo, del dar importancia, de jerarquizar. Está compuesto
por: cortezas tempobasolateropolar y entorrinal, corteza orbitaria, corteza
prefrontal, cortezas asociativas y cerebelo.
El circuito pineal es el responsable de
la traducción de las señales lumínicas en químicas, permitiendo la sincronización
de los ritmos biológicos endógenos (circadianos) con los ritmos externos.
Iniciándose en las células ganglionares retinales, se integran en el núcleo
paraquiasmático hipotalámico y termina en la glándula pineal”.
Lo que la neuroanatomía ha
descubierto hasta ahora nos pone en la compleja realidad objetiva del SNC. La
neurofisiología coadyuva, aclarando cómo y mediante qué neurotransmisores las
neuronas “hablan entre sí”. La propia psicología no puede ya ser vista separada
del estudio de las neuronas y de las sinapsis. Pero, nos preguntamos, ¿todo
esto, que con tanto trabajo ha logrado explicar la anatomofisiología, aclara y remata
lo psicológico cuando con el término queremos significar la mente, el alma,
recordando que psique quiere decir alma y que, por consiguiente, psicología significa
estudio del alma? Sinceramente, ¡creemos
que no!
Los procesos mentales están en
relación especialmente con la conducta humana en la que el sujeto se percata
del medio que lo rodea y de su distribución en el espacio y en el tiempo, lo
que le permite experimentar sentimientos, emociones, deseos. También, recordar,
razonar, decidir. El ser vivo utiliza la mente para expresar lo más profundo de
la condición humana y ésta puede ser por tanto -pensamos nosotros en nuestra “simpleza
filosófica”- el lugar donde se originan los efluvios inaprensibles que nos
trascienden, lo cual aparece más cercano a la teología que a ninguna otra
ciencia. Es más, abre caminos para la unidad de saberes, para la consiliencia, nuevo
concepto acuñado por Edward O. Wilson en 1998 que trata de establecer la unidad
de conocimientos entre ciencias y humanidades creando “relaciones
interdisciplinarias entre naturaleza y sociedad, entre biología y cultura,
entre mente y materia”.
Sin entrar con lo anteriormente expuesto en profundidades metafísicas,
que no tienen cabida en el presente trabajo, sí hemos llegado a una simple
conclusión práctica: ¡la medicina futura
-también la actual- deberá reestructurarse sobre supuestos nuevos! El tema da
para mucho. Abordarlo en profundidad y de manera multidisciplinaria tendría, naturalmente,
cabida dentro de lo definido por la consiliencia, es decir, por la unidad de
conocimientos, por la integración entre disciplinas.
Haremos por ello y como colofón, unas
someras consideraciones generales sobre parte del problema que venimos tratando
diciendo algo que, por heterodoxo, con seguridad no es compartido: ¡la medicina
asistencial tiene que ir desde el especialista al generalista y no, como ocurre
ahora, desde el generalista al especialista!
Afirmación que completamos añadiendo:
la sanidad en nuestro País, bajo controles serios y estrictos, debe continuar siendo
universal y gratuita. Lo que seguro es motivo de controversias necesitadas de mayores
explicaciones que no proceden ser explicitadas ahora.
Expondremos para todo ello, una visión
panorámica, superficial por tanto, sobre
el especialista, el enfermo, el generalista e internista y sobre la nueva medicina
que está a las puertas. El especialista, que debe conocer bien la compleja
medicina general, es quien más capacitado está para tratar un problema médico
concreto, localizado, que no implique en principio -aunque también- a los
grandes ejes y sistemas. Resuelto el caso, puede dar por culminado el acto
médico emitiendo el correspondiente alta.
Pero cuando sospeche que “algo más”, que forma parte de lo sistémico, de lo psiconeuroinmunoendocrinológico,
ha sido afectado, deberá recurrir al médico generalista o al internista quienes
se harán cargo desde ese momento del paciente. Así, si un enfermo, conociendo
que tiene la presión arterial elevada, acude al especialista (aportando el correspondiente
análisis de sangre y orina que con cierta periodicidad debe realizarse toda persona
a partir de cierta edad) y éste observa que quien hace la consulta es obeso, con
obesidad particularmente central, y que tiene cifras de glucosa alta debe
pensar que puede encontrarse ante un síndrome metabólico y deberá desviar al
paciente de inmediato al generalista. Pero si comprueba que el enfermo sólo tiene la presión
arterial alta, puede hacerse cargo personalmente del mismo porque lo que éste presenta
es una hipertensión arterial esencial que fácilmente puede controlar con absoluta
garantía. Simple ejemplo que resume tantos y tantos otros que implican a lo
sistémico frente a lo localizado.
En cuanto al enfermo, hemos de decir que debe llegar al
especialista a través de uno de los siguientes cauces: Bien directamente, porque
toda persona debe tener conocimiento de su propio organismo y de la parte que sospecha
afectada, aunque pueda naturalmente equivocarse, lo que es menos probable si ha
recibido -como el resto de la sociedad- formación educacional sanitaria básica previa.
Bien desde un “triage” practicado por un profesional de la sanidad de primer nivel
cuando no se tenga la seguridad de a quien se debe acudir al presentar síntomas
generales de enfermedad (fiebre, astenia,
anorexia, adinamia, pérdida importante de peso y algunos más) que, por inespecíficos,
resultan difíciles de adscribir. O bien desde un médico de primer nivel perteneciente
al Servicio Nacional de Salud que es a quien compete el cuidado general de la
sanidad en cada país y a quien corresponde, por tanto, organizar y tutelar la
salud pública de sus ciudadanos a través de medidas preventivas y de la prestación
de todo tipo de atención sanitaria.
Nos encontramos ante una nueva forma
de hacer medicina. En particular, en cuanto a organización y práctica se
refiere cuando nuevos y trascendentales hallazgos científicos han sido puestos
en nuestras manos. Con ellos se ha ido perdiendo lo especulativo para entrar
cada vez más en lo empírico. ¡Todo un reto en la forma de ejercer la nueva medicina!
Valorando lo últimamente expuesto, y
como añadido final, hemos llegado a otra simple conclusión -discutible por
supuesto y necesitada de una profunda reflexión- que expresamos con estas pocas
palabras: la medicina que proponemos es más rápida, más eficaz y (con los
sofisticados medios complementarios de diagnóstico de que disponemos, siempre mejor
seleccionados inicialmente por los especialistas) más económica. ¡Y aquí nos
quedamos por ahora!
Hola Antonio,
ResponderEliminar¿podrías facilitar información de profesionales/centros que apliquen esta disciplina en Madrid?
Saludos y gracias.