jueves, 6 de octubre de 2016

Valle de Güímar




“VALLE GÜÍMAR”, REFUGIO PARA LA VEJEZ


Dr. Antonio A. Hage Made



          Concebido por un reducido número de jubilados quienes desde la espontaneidad y con la adhesión casi inmediata, entusiasta, de otros significados grupos sociales, pretenden, aportando sus propios peculios de jubilación, implicar a una parte de la Sociedad en la creación y puesta en marcha de un modélico refugio para la vejez.  

          Proyecto que se  inicia con la elección del lugar adecuado y en el de su utilización
para la atención a personas mayores sanas (concepto éste que el propio escrito irá aclarando paulatinamente); también si sufren padecimientos menores, así como para quienes, “sanas”, no puedan valerse por sí mismas porque precisen de ayudas de auxiliares de la salud.

          Escrito con el que pretendemos, como colectivo singularizado que somos de variopintas pequeñas asociaciones, solicitar ayudas de la Sociedad (tras haber leído, muy recientemente, el singular e inestimable mensaje moral del  Papa Francisco quien ha sugerido a Obispos y a Fieles, en recuerdo de este Año Santo de la Misericordia, levantar, indistintamente, alguna obra como, por ejemplo, un Hospital, una Casa para ancianos, una Escuela, un Centro de acogida para quienes estén superando la dependencia a las drogas, etc.) con el fin de crear un Lugar de Cuidados en régimen de Ingreso para la atención y ayuda a personas mayores que con “achaques”, o sin ellos, precisen de la acogida en un Centro especialmente diseñado y supervisado por profesionales, por médicos, pero también, y especialmente, por auxiliares cualificados.
        
          Nuestra pretensión es, pues, crear un Lugar de Acogida, de Atención, de Cuidados e incluso de Tratamientos si fuera preciso; en una palabra, de Bienestar y de Salud, alejado de los existentes al uso, en el que los pacientes tengan una atención humanizada, personalizada, que les permita un “mejor pasar” en el final de sus días; ansiada aspiración y meta, como nos consta, de mucha gente. Lugar en el que si sus ocupantes conservan una aceptable actividad física, pueden, si lo desean, continuar prestándose ayuda a sí mismos y a los demás mediante trabajos ligeros, soportables.
       
          Pertenezco -y en calidad de eso escribo este texto explicativo- a un muy exiguo grupo de médicos jubilados, provectos, que nos venimos reuniendo con cierta periodicidad para hablar de lo humano y de lo divino, pero también de nuestro porvenir. ¡Sí, han leído bien! Pese a nuestras edades y ello con más razón ¡de nuestro porvenir! que incierto nos preocupa dados los derroteros que ha tomado la sociedad de nuestro tiempo.       

          Adelantando que no se trata de buscar privilegios de ningún tipo ya que la gente de mi generación y “oficio” nunca buscó ni gozó de los mismos ¡y no es un atrevimiento decirlo así! porque, entre otras cosas fueron ¡fuimos! profesionales en el más amplio sentido del término.

          Me explicaré a dónde quiero llegar.

          Por razones difíciles de analizar, y sin acuerdo previo, coincidimos en un momento dado numerosos grupos de estudiantes de los últimos cursos de Bachillerato, de los diferentes Institutos y Colegios de las Islas, en ser médicos. Mi percepción es que se llegó a ello porque funcionó el “boca a boca”; porque en la familia había alguien a quien emular; porque el cine y la sociedad lo pusieron de moda o porque la elección -y me consta porque fui uno de ellos- se hizo por vocación.

          Fueron generaciones de médicos en ciernes donde naturalmente hubo de todo. También muchas deserciones y abandonos, entre otras cosas, porque era una Carrera que  resultaba costosa, especialmente para los estudiantes de las Islas que tenían que fijar su residencia temporal fuera de ellas; porque era “memorística”, principalmente en los primeros cursos y porque existía una gran distancia entre profesores y alumnos que no se sentían estimulados ni ilusionados. No eran esos los únicos problemas pero sí, quizás, los más acuciantes.

          Recuerdo con tristeza que la enseñanza, particularmente la que se impartía en las Facultades denominadas de “segunda categoría”, no era la adecuada y ello por muchas razones que no cabe pormenorizar pero que pueden ser resumidas con las palabras hastío y descontento, principalmente por parte de quienes enseñaban. El profesorado de esas Facultades solía estar ¡salvo honrosas excepciones, claro!, de “paso”, de forma provisional a la espera de mejorar su situación personal en Concursos de traslado o en nuevas Oposiciones. Mientras eso llegaba, permanecían conectados a la Universidad de la que procedían -¡la suya de  “primera categoría”!- en la que continuaban trabajando cuasi oficialmente.

          Eran Facultades de Medicina de “primera categoría” Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Granada, Santiago de Compostela, Pamplona y Zaragoza. En ellas ejercían su magisterio, con reconocimiento mundial en muchos casos, preclaros maestros de la medicina con quienes ansiaban formarse los estudiantes, especialmente los más valiosos.    

          Los alumnos, imitaban, en cierto modo, a los Profesores de “paso” y buscaban desde el primer momento, o en cuanto había oportunidad, la Facultad de Medicina española de mayor categoría y prestigio y al Maestro más eminente. Fruto de lo cual fue la aparición de una pléyade de buenos y bien formados profesionales quienes, concluida su etapa formativa retornaron a las Islas para ejercer en ellas al más alto nivel habiendo pasado, en muchos casos, previamente, por Hospitales europeos o americanos donde ampliaron su formación tras familiarizarse con la Medicina más avanzada del momento.

          Aquí en la Islas iban ejerciendo con mayor o menor fortuna, trayendo lo más nuevo conocido, lo que habían aprendido y practicado en Hospitales, tanto en los nacionales como en los extranjeros, lo que les permitía, aparte de la satisfacción profesional del ejercicio médico, “un pasar con holgura” porque ya tenían familia constituida; pero no les permitía, salvo excepciones, vivir de las rentas ni garantizarse un futuro económico sobrado porque para esto último sólo podían contar, en su día, con un recurso: el que les iba a proporcionar la pensión de jubilación aunque ésta, dados los muchos años que habían trabajado, fuera la más alta fijada.

          Y es aquí adonde he querido llegar con esta prolija introducción justificativa. Mostrándole  a la sociedad, como profesionales jubilados que somos, que es ahora cuando precisamos del apoyo de ella porque habiendo cumplido con nuestro deber (cuidando de la salud de la población los unos; de la Educación Académica, de la buena marcha del Comercio y de la banca los otros y del vigor y del crédito agrario y floral los más, etc.) nos enfrentamos a un problema que afecta a muy diversos profesionales y a los muy diversos colectivos señalados lo que nos consta porque pequeños pero significados grupos representantes de esos colectivos se han dirigido a nosotros inquiriendo información con la intensión de adherirse a un Proyecto del que han oído hablar y que encuentran atractivo ya que puede resolverles su futuro aunque éste sea de corto e incierto recorrido.

          De los colectivos interesados nos interesa resaltar, por el enorme interés que despertó en ellos ¡y en nosotros como se explica luego! al colectivo de agricultores quienes mostraron muy buena disposición a aceptarlo aun conociendo de antemano que éste podría precisar de sus tierras, o de parte de ellas, así como de su trabajo personal, previo, incluso, a su jubilación.
          
          Antes de continuar quiero ratificarme en una pregunta y en su aclaración correspondiente -implícitamente expuestas con anterioridad- porque mal entendidas podrían condicionar el sentido de la exposición. La pregunta es: ¿venimos haciendo referencia a “acogidos” enfermos o a sanos? La contestación es: ¡naturalmente, a enfermos! porque queremos dejar claro ¡y lo vamos a explicar seguidamente! que llegados a una determinada edad todas las personas sufren padecimientos, solo que sintomáticos unos y asintomáticos otros. Nuestras propuestas son, pues, para viejos jubilados “sanos” -¡y ya vamos aclarando el concepto de lo que entendemos por sano!- o para quienes con padecimientos leves, ostensibles o no, precisen de cuidados médicos y de ayuda por personal sanitario auxiliar porque no pueden valerse por sí mismos.

          Alguien puede poner el grito en el cielo ante las aparentes contradicciones y alegue  que la vejez es un estado natural -¡y lo es con matices!- al que las  personas llegan en desigualdad física. Lo que quiere decir que unas personas llegan a esa etapa de la vida con padecimientos, aunque sean mínimos, y otras no. A lo que tenemos que añadir que para la finalidad de lo que se propone da igual una condición que la otra ya que en el Lugar de Atención que se desea crear caben, indistintamente, ambos tipos de personas porque a ciertas edades, como hemos adelantado y corroboraremos a continuación, los cambios fisiológicos y anatómicos en la vejez de los seres vivos son notorios en  todas las personas, solo que ostensibles y sintomáticos en unos y asintomáticos e inaparentes en otros. ¡Necesaria aclaración que venimos insinuando a través de todo este escrito!    

          Analicemos, para todo ello, aunque sea someramente, la impronta natural que la edad va dejando en todos los que envejecen porque la regresión de los seres vivos es imparable aunque, insistamos, en unos casos sea visible y sintomática y en otros no. Impronta que en forma de enfermedad “no grave”, crónica, sufren los ancianos tributarios de ingresar en los Centros que proponemos. Pero, impronta, así mismo, que marca a todo anciano aunque su enfermedad o sus achaques no se manifiesten en síntomas patentes ya que, inaparentes existen en todos ellos. Nuestro Lugar de Acogida no hace distingos y acoge, indistintamente, y cuida, a unos y a otros.    

          Los cambios morfológicos y funcionales más frecuentes que los años causan en quienes envejecen -ostensibles o inaparentes, repetimos- los resumimos a continuación tomados del Dr Felipe Salech et al., siguiendo un cierto orden.
     
          Así:

          Cardiovasculares morfológicos: Aumento de matriz colágena en túnica media
                                                              Pérdida de fibras elásticas
                                                              Hipertrofia cardiaca
                                                              Engrosamiento del septum
                                                              Disminución de cardiomiocitos
                                                              Aumento matriz extracelular

                                     funcionales:     Rigidez vascular y cardiaca
                                                               Mayor disfunción endotelial
                                                               Volumen de expulsión conservado
                                                               Mayor riesgo de arritmias       

          Renales morfológicos:                 Adelgazamiento corteza renal
                                                               Esclerosis arterias glomerulares
                                                               Engrosamiento membrana basal glomerular

                                      funcionales:    Menor capacidad para concentrar orina
                                                               Menores niveles de renina y aldosterona
                                                               Menor hidroxilación vitamina D

          Nervioso Central morfológico:    Menor masa cerebral
                                                               Aumento liquido cefalorraquídeo
                                                               Mínima pérdida neuronal localizada
                                                               Cambios no generalizados de arborización
                                                               neuronal

                                     funcionales:    Menor focalización actividad neuronal
                                                               Menor velocidad procesamiento
                                                               Disminución memoria de trabajo
                                                               Menos destreza motora

          Musculares morfológicos:           Pérdida masa muscular
                                                               Infiltración grasa

                                     funcionales:     Disminución de fuerza
                                                               Caídas
                                                               Fragilidad

          Metabolismo,

          Glucosa morfológicos:                Aumento de grasa visceral
                                                               Infiltración grasa de tejidos
                                                               Menor masa de células beta

                                       funcionales:   Mayor producción de adipokinas y
                                                               factores inflamatorios
                                                               Mayor resistencia insulínica y diabetes



          Padecimientos que expuestos así -en tan gran cantidad y con terminología médica- puede desanimar a cualquiera pero que solo pretende demostrar lo aparente, y lo inaparente, de los múltiples y potenciales padecimientos que el ser humano puede sufrir sin tener conciencia de ellos ¡porque existir existen! y que todos portamos con el natural envejecimiento.      
                                
          Retomemos el relato:
      
          Y ¿por qué es tan importante para nuestro proyecto el colectivo de agricultores en el que incluimos también, específicamente, a los floricultores? Básicamente por su experiencia  puesta de manifiesto durante los muchos años en que formaron parte de una Cooperativa -La Agrícola del Valle de Güímar- hoy clausurada, que fue un hito en la vida económica de la comarca. Lo fue, entre otras cosas, por los siguientes motivos: por haber formado parte de ella numerosos minifundistas, prácticamente todos los del Valle; por haberse implicado, algunos muy directamente, en la buena marcha de la misma; por haberse comprometido, como integrantes que eran, en las nuevas y modernas estructuras del cooperativismo y por haber entendido desde un primer momento, que les convenía vincularse de algún modo con “lo asistencial” como futuro vital de cada uno, planeando para ello proyectos, y en su día realizaciones, que singularizaran sus vidas de pacientes potenciales en las mejores condiciones para lo que era necesario elegir lugar y funcionamiento adecuado, diseñado con su participación directa, porque no les gustaba lo que estaban viendo especialmente cuando contemplaban el trato que se les daba a los “mayores de edad” que eran, nada más y nada menos que ello mismos potencialmente o sus parientes más cercanos a los que contemplaban sufriendo las deficiencias y hasta los abusos del sistema.  


foto: by Hage.- Panorámica del Valle de Güímar
foto: by Hage.- rincón del Valle de Güímar


          Nosotros habíamos constatado ya que las penosas irregularidades denunciadas por los agricultores no habían variado en el tiempo y que seguían ocurriendo, recrudecidas incluso, en el presente. Lo denunciado por ellos parecía “miel sobre hojuelas” para el propósito que nos movía ahora a nosotros. Teníamos, nada más y nada menos, que a un colectivo numeroso, influyente, organizado, que estaba dispuesto a abrazar nuestras ideas. Naturalmente, lo aprovechamos y entramos en “negociaciones” con ellos porque no había otro grupo que tuviera tan buena organización, ni tan maduras las ideas, ni tan claras las anomalías sobre las que se debía actuar. Para ellos, éramos el motor que precisaban con el que cuajar su proyecto pensado desde muchos años atrás y al que se habían sumado con entusiasmo un considerable número de emigrantes retornados de América del Sur que habían adquirido aquí, en su tierra natal, predios de medianos tamaños con los que estaban dispuestos a entrar en lo que se estaba gestando.

          En nuestra conversación previa, los agro-floricultores nos hicieron la siguiente  pregunta directa: ¿Qué demandan de nosotros?  

          Nuestra contestación fue, así mismo, directa: ¡Buscamos ayuda para nuestro proyecto y Vds. son el grupo más significado, organizado y poderoso! Precisamos de minifundistas que uniendo sus predios rurales constituyan un latifundio: en el que quepan todos los cultivos que hayan demostrado ser beneficiosos para las Islas o que puedan llegar a serlo; donde puedan cultivarse todo tipo de plantas y de flores y,  especialmente, donde pueda ser construido un amplio, cómodo, modélico por racional “refugio” destinado a la atención a personas mayores jubiladas, con padecimientos aparentes o inaparentes o que no se valgan por sí solas.

          El Refugio a crear va a ser dedicado -insistimos- a lugar de acogida, pero su mantenimiento y puesta en marcha pretendemos que sea configurada dentro de un gran campo de cultivo que sirva para la comercialización y venta al exterior -al interior también- de productos de primera calidad a precios competitivos así como a la plantación de flores que proporcionen belleza al lugar al tiempo que otra fuente de ingreso económico. Todo ello, con la participación activa de los propios dueños de la tierra; de personal contratado; e, incluso, con la colaboración de los propios “inquilinos” si gozan de suficiente salud y tienen ánimo para incorporarse al trabajo como parte constitutiva del mismo.

          Todo lo cual se resume en la siguiente conclusión:

          Tratamos de la puesta en marcha de una especie de Cooperativa ¡un cooperativismo sui generis! mezcla de organización de agro-floricultores, y de otros colectivos e Instituciones ya señalados, en explotación comercial y como ayuda económica a un proyecto sobre cuidados a jubilados el cual, a su vez, en justa reciprocidad, ofrecerá sus prestaciones de bienestar y salud a sus “benefactores” al más alto nivel. Proyecto del que no conocemos antecedente en nuestro País que, además, quiere cumplir con las consignas sugeridas, y ya expuestas, por el Papa Francisco para este año Santo de la Misericordia.

          Para ello, ¡pongámonos, sin dilaciones de ninguna clase, manos a la obra! El exiguo grupo de jubilados, iniciadores de la idea, está en disposición de propagar y de propalar, lo que desea hacer, así como en la de estimular al resto de los colectivos. De  “aguijonearles”, presentándoles, en primera instancia, éste modesto escrito informativo. A partir del cual, que cada uno cumpla con su obligación que, simplificando y, en un cierto orden, es:

          adherirse, o no, a la propuesta; crear su propio primer grupo de trabajo dentro de la actividad a la que pertenecen o han pertenecido (profesores de la enseñanza, jubilados de la Banca, agro-floricultores, etc.); ponerse en contacto con otro grupos, especialmente y en primer lugar con los promotores de la idea; recabar -para aportarla- información fehaciente -si la obtienen- de la disposición que diferentes entidades (en particular el Obispado ¡por qué no, si el propio Papa Francisco lo ha sugerido así!) estarían dispuestas a prestar; a enriquecer o a criticar razonadamente el proyecto; asumiendo al futuro Refugio como algo propio de cada uno de nosotros porque, al fin y al cabo, está hecho, valga la redundancia, “para cada uno de nosotros”.       


          ¡y, con el deseo de que todo ello pueda ser llevado -con la colaboración de muchos- felizmente adelante, quedamos expectantes para obrar en consecuencia!