“VALLE GÜÍMAR”, REFUGIO PARA LA
VEJEZ
Dr. Antonio A. Hage Made
Concebido por un reducido número de
jubilados quienes desde la espontaneidad y con la adhesión casi inmediata,
entusiasta, de otros significados grupos sociales, pretenden, aportando sus
propios peculios de jubilación, implicar a una parte de la Sociedad en la
creación y puesta en marcha de un modélico refugio para la vejez.
Proyecto que se inicia con la elección del lugar adecuado y en
el de su utilización
para la atención a personas mayores
sanas (concepto éste que el propio escrito irá aclarando paulatinamente); también
si sufren padecimientos menores, así como para quienes, “sanas”, no puedan
valerse por sí mismas porque precisen de ayudas de auxiliares de la salud.
Escrito con el que pretendemos, como
colectivo singularizado que somos de variopintas pequeñas asociaciones, solicitar
ayudas de la Sociedad (tras haber leído, muy recientemente, el singular e
inestimable mensaje moral del Papa
Francisco quien ha sugerido a Obispos y a Fieles, en recuerdo de este Año Santo
de la Misericordia, levantar, indistintamente, alguna obra como, por ejemplo, un
Hospital, una Casa para ancianos, una Escuela, un Centro de acogida para quienes
estén superando la dependencia a las drogas, etc.) con el fin de crear un Lugar
de Cuidados en régimen de Ingreso para la atención y ayuda a personas mayores que
con “achaques”, o sin ellos, precisen de la acogida en un Centro especialmente
diseñado y supervisado por profesionales, por médicos, pero también, y
especialmente, por auxiliares cualificados.
Nuestra pretensión es, pues, crear un
Lugar de Acogida, de Atención, de Cuidados e incluso de Tratamientos si fuera
preciso; en una palabra, de Bienestar y de Salud, alejado de los existentes al
uso, en el que los pacientes tengan una atención humanizada, personalizada, que
les permita un “mejor pasar” en el final de sus días; ansiada aspiración y meta,
como nos consta, de mucha gente. Lugar en el que si sus ocupantes conservan una
aceptable actividad física, pueden, si lo desean, continuar prestándose ayuda a
sí mismos y a los demás mediante trabajos ligeros, soportables.
Pertenezco -y en calidad de eso
escribo este texto explicativo- a un muy exiguo grupo de médicos jubilados,
provectos, que nos venimos reuniendo con cierta periodicidad para hablar de lo
humano y de lo divino, pero también de nuestro porvenir. ¡Sí, han leído bien! Pese
a nuestras edades y ello con más razón ¡de nuestro porvenir! que incierto nos preocupa
dados los derroteros que ha tomado la sociedad de nuestro tiempo.
Adelantando que no se trata de buscar
privilegios de ningún tipo ya que la gente de mi generación y “oficio” nunca
buscó ni gozó de los mismos ¡y no es un atrevimiento decirlo así! porque, entre
otras cosas fueron ¡fuimos! profesionales en el más amplio sentido del término.
Me explicaré a dónde quiero llegar.
Por razones difíciles de analizar, y
sin acuerdo previo, coincidimos en un momento dado numerosos grupos de
estudiantes de los últimos cursos de Bachillerato, de los diferentes Institutos
y Colegios de las Islas, en ser médicos. Mi percepción es que se llegó a ello porque
funcionó el “boca a boca”; porque en la familia había alguien a quien emular; porque
el cine y la sociedad lo pusieron de moda o porque la elección -y me consta porque
fui uno de ellos- se hizo por vocación.
Fueron generaciones de médicos en
ciernes donde naturalmente hubo de todo. También muchas deserciones y abandonos,
entre otras cosas, porque era una Carrera que resultaba costosa, especialmente para los estudiantes
de las Islas que tenían que fijar su residencia temporal fuera de ellas; porque
era “memorística”, principalmente en los primeros cursos y porque existía una
gran distancia entre profesores y alumnos que no se sentían estimulados ni
ilusionados. No eran esos los únicos problemas pero sí, quizás, los más
acuciantes.
Recuerdo con tristeza que la
enseñanza, particularmente la que se impartía en las Facultades denominadas de
“segunda categoría”, no era la adecuada y ello por muchas razones que no cabe
pormenorizar pero que pueden ser resumidas con las palabras hastío y
descontento, principalmente por parte de quienes enseñaban. El profesorado de
esas Facultades solía estar ¡salvo honrosas excepciones, claro!, de “paso”, de
forma provisional a la espera de mejorar su situación personal en Concursos de
traslado o en nuevas Oposiciones. Mientras eso llegaba, permanecían conectados
a la Universidad de la que procedían -¡la suya de “primera categoría”!- en la que continuaban
trabajando cuasi oficialmente.
Eran Facultades de Medicina de “primera
categoría” Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Granada, Santiago de
Compostela, Pamplona y Zaragoza. En ellas ejercían su magisterio, con
reconocimiento mundial en muchos casos, preclaros maestros de la medicina con quienes
ansiaban formarse los estudiantes, especialmente los más valiosos.
Los alumnos, imitaban, en cierto modo,
a los Profesores de “paso” y buscaban desde el primer momento, o en cuanto
había oportunidad, la Facultad de Medicina española de mayor categoría y
prestigio y al Maestro más eminente. Fruto de lo cual fue la aparición de una
pléyade de buenos y bien formados profesionales quienes, concluida su etapa formativa
retornaron a las Islas para ejercer en ellas al más alto nivel habiendo pasado,
en muchos casos, previamente, por Hospitales europeos o americanos donde
ampliaron su formación tras familiarizarse con la Medicina más avanzada del
momento.
Aquí en la Islas iban ejerciendo con
mayor o menor fortuna, trayendo lo más nuevo conocido, lo que habían aprendido
y practicado en Hospitales, tanto en los nacionales como en los extranjeros, lo
que les permitía, aparte de la satisfacción profesional del ejercicio médico, “un
pasar con holgura” porque ya tenían familia constituida; pero no les permitía,
salvo excepciones, vivir de las rentas ni garantizarse un futuro económico sobrado
porque para esto último sólo podían contar, en su día, con un recurso: el que
les iba a proporcionar la pensión de jubilación aunque ésta, dados los muchos
años que habían trabajado, fuera la más alta fijada.
Y es aquí adonde he querido llegar
con esta prolija introducción justificativa. Mostrándole a la sociedad, como profesionales jubilados
que somos, que es ahora cuando precisamos del apoyo de ella porque habiendo
cumplido con nuestro deber (cuidando de la salud de la población los unos; de la
Educación Académica, de la buena marcha del Comercio y de la banca los otros y del
vigor y del crédito agrario y floral los más, etc.) nos enfrentamos a un
problema que afecta a muy diversos profesionales y a los muy diversos
colectivos señalados lo que nos consta porque pequeños pero significados grupos
representantes de esos colectivos se han dirigido a nosotros inquiriendo información
con la intensión de adherirse a un Proyecto del que han oído hablar y que encuentran
atractivo ya que puede resolverles su futuro aunque éste sea de corto e incierto
recorrido.
De los colectivos interesados nos interesa
resaltar, por el enorme interés que despertó en ellos ¡y en nosotros como se
explica luego! al colectivo de agricultores quienes mostraron muy buena
disposición a aceptarlo aun conociendo de antemano que éste podría precisar de
sus tierras, o de parte de ellas, así como de su trabajo personal, previo,
incluso, a su jubilación.
Antes de continuar quiero ratificarme
en una pregunta y en su aclaración correspondiente -implícitamente expuestas
con anterioridad- porque mal entendidas podrían condicionar el sentido de la exposición.
La pregunta es: ¿venimos haciendo referencia a “acogidos” enfermos o a sanos? La
contestación es: ¡naturalmente, a enfermos! porque queremos dejar claro ¡y lo vamos
a explicar seguidamente! que llegados a una determinada edad todas las personas
sufren padecimientos, solo que sintomáticos unos y asintomáticos otros. Nuestras
propuestas son, pues, para viejos jubilados “sanos” -¡y ya vamos aclarando el
concepto de lo que entendemos por sano!- o para quienes con padecimientos leves,
ostensibles o no, precisen de cuidados médicos y de ayuda por personal
sanitario auxiliar porque no pueden valerse por sí mismos.
Alguien puede poner el grito en el
cielo ante las aparentes contradicciones y alegue que la vejez es un estado natural -¡y lo es con
matices!- al que las personas llegan en desigualdad
física. Lo que quiere decir que unas personas llegan a esa etapa de la vida con
padecimientos, aunque sean mínimos, y otras no. A lo que tenemos que añadir que
para la finalidad de lo que se propone da igual una condición que la otra ya
que en el Lugar de Atención que se desea crear caben, indistintamente, ambos
tipos de personas porque a ciertas edades, como hemos adelantado y corroboraremos
a continuación, los cambios fisiológicos y anatómicos en la vejez de los seres
vivos son notorios en todas las personas,
solo que ostensibles y sintomáticos en unos y asintomáticos e inaparentes en
otros. ¡Necesaria aclaración que venimos insinuando a través de todo este
escrito!
Analicemos, para todo ello, aunque sea
someramente, la impronta natural que la edad va dejando en todos los que
envejecen porque la regresión de los seres vivos es imparable aunque, insistamos,
en unos casos sea visible y sintomática y en otros no. Impronta que en forma de
enfermedad “no grave”, crónica, sufren los ancianos tributarios de ingresar en
los Centros que proponemos. Pero, impronta, así mismo, que marca a todo anciano
aunque su enfermedad o sus achaques no se manifiesten en síntomas patentes ya que,
inaparentes existen en todos ellos. Nuestro Lugar de Acogida no hace distingos y
acoge, indistintamente, y cuida, a unos y a otros.
Los cambios morfológicos y
funcionales más frecuentes que los años causan en quienes envejecen -ostensibles
o inaparentes, repetimos- los resumimos a continuación tomados del Dr Felipe
Salech et al., siguiendo un cierto orden.
Así:
Cardiovasculares morfológicos: Aumento
de matriz colágena en túnica media
Pérdida de fibras elásticas
Hipertrofia cardiaca
Engrosamiento del septum
Disminución de cardiomiocitos
Aumento matriz
extracelular
“ funcionales: Rigidez vascular y cardiaca
Mayor disfunción endotelial
Volumen de expulsión
conservado
Mayor riesgo de arritmias
Renales morfológicos: Adelgazamiento corteza renal
Esclerosis arterias
glomerulares
Engrosamiento membrana basal glomerular
“
funcionales: Menor capacidad para concentrar orina
Menores niveles de renina y aldosterona
Menor hidroxilación vitamina D
Nervioso Central morfológico: Menor masa cerebral
Aumento liquido cefalorraquídeo
Mínima pérdida neuronal localizada
Cambios no generalizados
de arborización
neuronal
“ funcionales:
Menor focalización actividad neuronal
Menor velocidad
procesamiento
Disminución memoria de trabajo
Menos destreza motora
Musculares morfológicos: Pérdida masa muscular
Infiltración grasa
“ funcionales: Disminución de fuerza
Caídas
Fragilidad
Metabolismo,
Glucosa morfológicos: Aumento de grasa visceral
Infiltración grasa de tejidos
Menor masa de células beta
“ funcionales: Mayor producción de adipokinas y
factores inflamatorios
Mayor resistencia insulínica y diabetes
Padecimientos que expuestos así -en
tan gran cantidad y con terminología médica- puede desanimar a cualquiera pero
que solo pretende demostrar lo aparente, y lo inaparente, de los múltiples y
potenciales padecimientos que el ser humano puede sufrir sin tener conciencia
de ellos ¡porque existir existen! y que todos portamos con el natural envejecimiento.
Retomemos el relato:
Y ¿por qué es tan importante para
nuestro proyecto el colectivo de agricultores en el que incluimos también, específicamente,
a los floricultores? Básicamente por su experiencia puesta de manifiesto durante los muchos años
en que formaron parte de una Cooperativa -La Agrícola del Valle de Güímar- hoy
clausurada, que fue un hito en la vida económica de la comarca. Lo fue, entre
otras cosas, por los siguientes motivos: por haber formado parte de ella numerosos
minifundistas, prácticamente todos los del Valle; por haberse implicado, algunos
muy directamente, en la buena marcha de la misma; por haberse comprometido, como
integrantes que eran, en las nuevas y modernas estructuras del cooperativismo y
por haber entendido desde un primer momento, que les convenía vincularse de
algún modo con “lo asistencial” como futuro vital de cada uno, planeando para
ello proyectos, y en su día realizaciones, que singularizaran sus vidas de pacientes
potenciales en las mejores condiciones para lo que era necesario elegir lugar y
funcionamiento adecuado, diseñado con su participación directa, porque no les
gustaba lo que estaban viendo especialmente cuando contemplaban el trato que se
les daba a los “mayores de edad” que eran, nada más y nada menos que ello mismos
potencialmente o sus parientes más cercanos a los que contemplaban sufriendo las
deficiencias y hasta los abusos del sistema.
foto: by Hage.- Panorámica del Valle de Güímar |
foto: by Hage.- rincón del Valle de Güímar |
Nosotros habíamos constatado ya que las
penosas irregularidades denunciadas por los agricultores no habían variado en
el tiempo y que seguían ocurriendo, recrudecidas incluso, en el presente. Lo
denunciado por ellos parecía “miel sobre hojuelas” para el propósito que nos
movía ahora a nosotros. Teníamos, nada más y nada menos, que a un colectivo
numeroso, influyente, organizado, que estaba dispuesto a abrazar nuestras ideas.
Naturalmente, lo aprovechamos y entramos en “negociaciones” con ellos porque no
había otro grupo que tuviera tan buena organización, ni tan maduras las ideas,
ni tan claras las anomalías sobre las que se debía actuar. Para ellos, éramos
el motor que precisaban con el que cuajar su proyecto pensado desde muchos años
atrás y al que se habían sumado con entusiasmo un considerable número de
emigrantes retornados de América del Sur que habían adquirido aquí, en su
tierra natal, predios de medianos tamaños con los que estaban dispuestos a
entrar en lo que se estaba gestando.
En nuestra conversación previa, los
agro-floricultores nos hicieron la siguiente pregunta directa: ¿Qué demandan de nosotros?
Nuestra contestación fue, así mismo,
directa: ¡Buscamos ayuda para nuestro proyecto y Vds. son el grupo más
significado, organizado y poderoso! Precisamos de minifundistas que uniendo sus
predios rurales constituyan un latifundio: en el que quepan todos los cultivos que
hayan demostrado ser beneficiosos para las Islas o que puedan llegar a serlo;
donde puedan cultivarse todo tipo de plantas y de flores y, especialmente, donde pueda ser construido un amplio,
cómodo, modélico por racional “refugio” destinado a la atención a personas
mayores jubiladas, con padecimientos aparentes o inaparentes o que no se valgan
por sí solas.
El Refugio a crear va a ser dedicado -insistimos-
a lugar de acogida, pero su mantenimiento y puesta en marcha pretendemos que
sea configurada dentro de un gran campo de cultivo que sirva para la
comercialización y venta al exterior -al interior también- de productos de
primera calidad a precios competitivos así como a la plantación de flores que
proporcionen belleza al lugar al tiempo que otra fuente de ingreso económico. Todo
ello, con la participación activa de los propios dueños de la tierra; de
personal contratado; e, incluso, con la colaboración de los propios “inquilinos”
si gozan de suficiente salud y tienen ánimo para incorporarse al trabajo como
parte constitutiva del mismo.
Todo lo cual se resume en la
siguiente conclusión:
Tratamos de la puesta en marcha de una
especie de Cooperativa ¡un cooperativismo sui generis! mezcla de organización de
agro-floricultores, y de otros colectivos e Instituciones ya señalados, en explotación
comercial y como ayuda económica a un proyecto sobre cuidados a jubilados el
cual, a su vez, en justa reciprocidad, ofrecerá sus prestaciones de bienestar y
salud a sus “benefactores” al más alto nivel. Proyecto del que no conocemos
antecedente en nuestro País que, además, quiere cumplir con las consignas
sugeridas, y ya expuestas, por el Papa Francisco para este año Santo de la
Misericordia.
Para ello, ¡pongámonos, sin
dilaciones de ninguna clase, manos a la obra! El exiguo grupo de jubilados,
iniciadores de la idea, está en disposición de propagar y de propalar, lo que
desea hacer, así como en la de estimular al resto de los colectivos. De “aguijonearles”, presentándoles, en primera
instancia, éste modesto escrito informativo. A partir del cual, que cada uno
cumpla con su obligación que, simplificando y, en un cierto orden, es:
adherirse, o no, a la propuesta;
crear su propio primer grupo de trabajo dentro de la actividad a la que pertenecen
o han pertenecido (profesores de la enseñanza, jubilados de la Banca,
agro-floricultores, etc.); ponerse en contacto con otro grupos, especialmente y
en primer lugar con los promotores de la idea; recabar -para aportarla- información
fehaciente -si la obtienen- de la disposición que diferentes entidades (en
particular el Obispado ¡por qué no, si el propio Papa Francisco lo ha sugerido
así!) estarían dispuestas a prestar; a enriquecer o a criticar razonadamente el
proyecto; asumiendo al futuro Refugio como algo propio de cada uno de nosotros porque,
al fin y al cabo, está hecho, valga la redundancia, “para cada uno de nosotros”.
¡y, con el deseo de que todo ello
pueda ser llevado -con la colaboración de muchos- felizmente adelante, quedamos
expectantes para obrar en consecuencia!